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EXCELENTE PRESIDENTE PERO ...

El presidente Alberto Fernández no tuvo en su mensaje en el Congreso de la Nación la enjundia de Héctor J. Cámpora en 1973, ni el tono de fuerte presencia de Néstor Kirchner de 2003 pero sí la misma firmeza y un gran sentido de solidaridad. Le faltó citar a Manuel Belgrano, en el bicentenario de su fallecimiento.

Por Armando Vidal

En el discurso presidencial con más llamados a la solidaridad por los más necesitados y en invocaciones a poner de pie a la Argentina del trabajo y la producción, Alberto Fernández cometió un único olvido: no citar a Manuel Belgrano, que hubiera corrido en su ayuda. Citó dos veces a Raúl Alfonsín, una a Juan Domingo Perón y un par de veces a Néstor Kirchner.

Y también a Arturo Frondizi, el Presidente (1958/1962) que fue varios presidentes al mismo tiempo y así le fue: lo derrocaron los gorilas. Pero no a Belgrano, el preferido de Cristina Kirchner, dicho sea de paso, en el bicentenario de su nacimiento.

Su discurso, más que una enumeración de intenciones, fue un plan de gobierno, con políticas de Estado incluidas. Y en este plano no profundizó el mensaje de Perón, en ese mismo lugar y a la misma hora, del 1º de mayo de cuarenta y cinco años atrás.  Estaba en directa relación con lo que decía.

Discurso en el que Perón convocó a las fuerzas políticas y representaciones sectoriales a acordar un modelo para la Nación de los argentinos. El modelo de las vacas de ayer o de la soja de hoy sólo fue y es un recurso de buena vida para pocos.

Alberto Fernández cumplió su primer cometido: ser en rigor quién y cómo es hasta en detalles de alta simbología porque dijo que iba a llegar en su propio vehículo, al frente del volante, ventanilla abierta y saludando a la gente. Si quiso parangonar audacia y calidad de conductor evidentemente lo logró. Ningún predecesor se atrevió a tanto.

Estanislao, su querido hijo, estaba con él, elegante y fino en su porte, respetuoso y atento al mensaje, nada que ver con aquel chico que unos quince años atrás volvía locos a sus custodios.

Convocar a la unidad, a conformar un nuevo contrato social, activar la solidaridad, dijo, que era en conjunto “el espíritu del tiempo que nos convoca”.

¿Hay algún argentino que pueda poner en duda la sinceridad de las palabras de ese hombre?

“Apostar a la grieta es empujar a los abismos”, sostuvo, tan convencido como cuando destacó la necesidad de una Argentina unida para enfrentar “esta catástrofe social”, primera prioridad de su gobierno.

Hablo de marginados que no sólo sufren el hambre que corresponde atender de inmediato sino que “deben ser comensales en la misma mesa”, motivo también de la necesaria confección de un nuevo proyecto de presupuesto para el próximo año, razón por la cual no se tratará el elaborado por el anterior gobierno. “Proyecto propio y no auditado por otros”, definió.

Recuperar la economía sin ajuste ni más deuda, privilegiar sólo a los que están en el pozo de la pobreza, palabras del Presidente que lo acercan al ideario del Papa Francisco, a quien por supuesto citó al promover una política ambiental sostenida.

“Para poder pagar hay que crecer”, señaló.

Fijó en rápidos trazos la política exterior al hablar de “América latina como nuestro hogar común”, y de la hermandad con Brasil, al margen de las diferencias personales de sus gobernantes y de Malvinas, como causa acompañada por los países latinoamericanos, con los reclamos en la ONU y como política de estado de largo plazo “porque no hay más lugar para colonialismos en el siglo XX”.

Un discurso presidencial de asunción es lo que el PEN prevé hacer de inmediato, motivo por el cual incluyó en su mensaje la recordación de que se trataba del Día de los Derechos Humanos para hablar de la Justicia. O de la injusticia, pero eso no lo dijo así.

Indicó que en democracia, sin Justicia independiente, no hay democracia. Y fustigó a la Justicia dependiente de la política, por todo lo que vino haciendo y cómo lo vino haciendo, una obra “silenciada por la prensa complaciente”.

Dijo “la prensa”, mencionó la palabra prohibida, intocable, sagrada y temida desde la constitución contra Rosas de 1853, que es la que rige con reformas que nunca la rozaron siquiera.

Y encima añadió “nunca más y cuando digo  nunca más digo nunca más”.

Para redondear este primer balance de la palabra presidencial, en el primer día de siembra de compromisos, esfuerzos y esperanzas, vaya esta osada ocurrencia referida a la reformulación de la propaganda oficial.

Dijo Alberto Fernández pensando en los medios periodísticos “comprometidos con información de calidad” que no se trataba de pagar avisos para que hablen loas del gobierno pagados por el Estado sino que se sumen al esfuerzo de un mejor  nivel educativo de nuestro pueblo, a cuyo cometido habrá de convocar a instituciones de todo el país.

Medios involucrados en la educación. Ni más, ni menos.

Flor de noticia. Veremos cómo la reciben los medios hegemónicos.

Todo bien pero faltó considerar un detalle: que el 2020 se cumplen doscientos años de la muerte de Manuel Belgrano.

La Argentina conmemorará el bicentenario de la muerte del prócer como se hizo en 1950, en ese caso declarabdo Año del Libertador San Martín, con motivo de su fallecimiento, lo cual implicó e implica  el uso de la leyenda en todos los textos oficiales del Estado.

Con todo lo que se avecina, con todo lo que reclama la Nación, con tantas necesidades para atender de su pueblo, ¿cómo no convocar la memoria de Manuel Belgrano, el mayor ejemplo de amor por la Patria?.

Hubiera sido ideal para el cierre de su discurso en el Congreso.

Todavía hay tiempo de enmendar el olvido.